La Morita cuando aun tenia su portoncito - http://panoramio.com/photo/53290336
domingo, 20 de noviembre de 2011
sábado, 19 de noviembre de 2011
SI SE QUIERE, SE PUEDE... ESTA ESTANCIA ES UN CLARO EJEMPLO DE Q SE PUEDE LUCHAR CONTRA EL TIEMPO MANEJADO POR INESCRUPULOSOS DELINCUENTES, HAY Q TRABAJAR Y LOGRAREMOS Q "LA MORITA" VUELVA A BRILLAR!!!!
Publicado en Anecdotario Matancero | No hay comentarios »
La estancia El Pino o San Martín
Lunes, 11 de Abril de 2011La historiadora Patricia Pasquali cuenta (1) que en junio de 1829 (luego de ser derrotado militarmente) el general Juan Lavalle salió a caballo desde la Chacra de los Tapiales rumbo a la Estancia El Pino con su ayudante de campo, el capitán Estrada. Llegó de noche a la estancia propiedad de Juan Manuel de Rosas. Kilómetros antes había sido recibido por los retenes de guardia de su enemigo político que cuidaban la periferia de la estancia. Cuando Lavalle llegó se notificó que Juan Manuel de Rosas no se encontraba en el establecimiento y optó por recostarse a dormir en una de las habitaciones. Asegura la misma historiadora que cuando el comandante de la Campaña bonaerense arribó a su propiedad se asombró al enterarse que el fusilador del coronel Manuel Dorrego dormía allí plácidamente.
Luego de un parlamento entre el general unitario y el líder federal se llegó a un acuerdo para la firma del histórico Pacto de Cañuelas que le permitió una salida política a la crisis que vivía el efímero gobierno de Lavalle.
La estancia El Pino (bautizada con el nombre de San Martín por el propio Juan Manuel de Rosas) fue una de las tantas propiedades que poseía a quien posteriormente se conoció como el Restaurador de la Leyes. Sin embargo, después de la derrota de Caseros (3 de febrero de 1952) y con su exilio inglés a cuesta, este fue el único bien inmobiliario que los unitarios le permitieron vender a Rosas. Lo compró un miembro de su familia política (José María Ezcurra) y de este modo Rosas pudo recuperar parte de sus bienes personales confiscados.
Entre los terratenientes bonaerenses de la época Juan Manuel de Rosas era una figura destacada y sus propiedades se fueron multiplicando con el auge de los saladeros de carne que introdujeron los ingleses. Fueron varios los inmuebles que acumuló Rosas en la Provincia de Buenos Aires, pero la Estancia El Pino o San Martín fue significativa por el protagonismo político de sus visitantes y por las personalidades que la habitaron.
Existió otro personaje histórico que también pasó por este lugar simbólico para todos los matanceros. En su libro Una excursión a los indios ranqueles (2) Lucio V. Mansilla relata los años (fines de la década de 1830) en los que el cacique ranquel Panghitruz Güor (Mariano Rosas) vivió allí. Don Juan Manuel lo apadrinó y le dio su apellido a ese indiecito que en poco tiempo logró su confianza dentro del manejo de la estancia. En su famoso libro, Mansilla escribe lo que Mariano Rosas le contara en 1870 sobre su juventud en la Estancia San Martín.
Allí vivió varios años el cacique ranquel hasta que se escapó para radicarse en el desierto pampeano para liderar a los ranqueles en las tolderías de Leubucó (hoy La Pampa).
En el libro Historia de la Estancia El Pino (3), Raúl Pomés escribe que en este mismo lugar en 1836 “se firmó un tratado de paz entre el cacique Cafulcurá y el gobierno de Rosas”. En ese trabajo histórico también se señala que dicho acuerdo de paz incluía la cesión de “150 yeguas, 500 vacas y diversos productos”; a cambio de esos bienes las diferentes facciones indígenas se comprometían a no incursionar en la campaña con sus temidos malones.
Con Juan Manuel de Rosas fuera del poder la estancia El Pino o San Martín continuó siendo un establecimiento agropecuario y ganadero que generó una importante riqueza en la zona. Aunque con el advenimiento del nuevo siglo la casa iba a cambiar.
Esta propiedad, en manos de los herederos de Ezcurra, padeció un derrotero que hacia mediados de siglo pasado la había postrado en un peligroso abandono. En 1942 había sido declarada Monumento Histórico Nacional sin embargo no podía evitarse que el deterioro avanzara. A su vez, los loteos para la urbanización de la zona (Virrey del Pino) fueron raleando la propiedad hasta reducirla a su actual extensión.
El Estado municipal de La Matanza, en 1970, adquirió esta propiedad de casi dos hectáreas con un casco de estancia que algunos estiman que fue construido a fines de siglo XVIII. En 1972 se la declaró Monumento Histórico Municipal y al año siguiente una Asociación de Amigos (que entre otros integraban Edgardo Enrique Viglione y Alfonso Corso) impulsó el nacimiento del Museo Histórico del Partido de La Matanza en el casco de la vieja Estancia El Pino.
Desde entonces este lugar fue recuperado, especialmente desde el año 2000, y hoy allí funcionan el Museo Juan Manuel de Rosas, el Archivo Histórico municipal y el Repositorio “Carlos Rusconi”.
(1) Patricia Pasquali, “Juan Lavalle. Un guerrero en tiempos de revolución y dictadura”. Editorial Planeta, octubre de 1996.
(2) Lucio v. Mansilla, “Una excursión a los indios ranqueles”. Editorial EUDEBA, mayo de 1966.
(3) Raúl Pomés, “Historia de la Estancia el Pino”. Editorial CLM, septiembre de 2009
Por Alejandro Enrique
Investigador.
La Verdadera Historia De Nuestro Martiniano Leguizamon
La Matanza y don Martiniano Leguizamón.
Lunes, 30 de Agosto de 2010Allá por 1858, para cuando San Justo dibujaba su incipiente trazado y esbozaba una muy humilde capilla que esporádicamente asistiría a sus fieles matanceros, lejos de aquí, en Rosario del Tala, Pcia. de Entre Ríos, nacía un 28 de abril, don Martiniano Leguizamón, hijo de una familia de antiguo arraigo. Su infancia transcurrió en la estancia paterna del “Rincón de Cala”, en Gualeguay.
Su padre, había sido oficial del General Urquiza, luchó junto al prócer en el Ejercito Grande que derrotó a Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros. Su padrino fue el General Galarza, que había combatido junto con Ramírez yUrquiza. Estas circunstancias familiares le permitieron oír de labios de sus protagonistas, hechos que luego narró en varias ficciones históricas.
Luego de cursar sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, se traslada a BS.AS. donde siguió su carrera de jurisprudencia. Su vida tuvo varia facetas, nativista, costumbrista, autor teatral, poeta, historiador y novelista. Su brillante actividad lo llevo a ser parte de la Junta de Historia y Numismática Americana, Real Academia de la Historia de Madrid, Instituto Geográfico e Histórico del Uruguay, Sociedad Chilena de Historia e Instituto Histórico de Lima, junto a decenas de publicaciones memorables y trabajos de investigación histórica, como La casa natal de San Martin, entre otras.
Durante algo más de 25 años, y hasta sus últimos días, estuvo entre nosotros, aquí, en nuestro pago matancero, pago que el visitaba y del que se enamoró, compro un solar que pertenecía a don Enrique Simón Pérez y allí edifico una casa de estilo colonial a la que bautizó con el sobrenombre de su hija Susana y la llamó “La Morita”. En este refugio matancero, don Martiniano escribió, hasta sus últimos días y allí recibía las visitas de los hermanos Finocchietto, uno de ellos Miguel Ángel, era su yerno, al actor Enrique Muiño, al periodista y ensayista Juan José de Soiza Reilly (foto), entre otros celebres personajes.
En 1934 fallece su esposa Edelmira Fernández, este hecho, lo sume en un profundo estado depresivo. Para aliviarlo, su yerno le hace edificar un rancho que llamó como en su comarca natal, “Rincón de Cala”, donde cobijó su museo y su biblioteca, que hoy se encuentran en el Museo de Paraná. Aquí, en este refugio matancero de “La Morita”, fallece un 26 de marzo de 1935. Una brillante figura de la cultura nacional, que estuvo entre nosotros y al que el pueblo de La Matanza recuerda con afecto y admiración, dando su nombre a la biblioteca del Club Social y Deportivo González Catán en 1939 y continua recordándolo permanentemente como uno de los grandes hombres que forman parte de la rica historia de nuestro pago matancero.
Bibliografía: Enfoques Históricos (1979) E.E. Viglione
Foto: Archivo CEHLAM.
Por Adolfo “Fito” Correa.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)